martes, 13 de agosto de 2013

EL ENTRENADOR, LA FAMA Y SU RUTINA PROFESIONAL I


EL ENTRENADOR, LA FAMA Y SU RUTINA PROFESIONAL.   I

 La Fama.
Cuando chico quería ser futbolista, pues jugar al fútbol era mi pasión, no quería otra cosa. Pero nunca había pensado en ser famoso. Quería tener éxito en mi propósito y jugar profesionalmente y claro jugar en la selección de mi país.

Lo de la fama me cogió de sorpresa, no contaba para nada con ella.

Reconozco que poco a poco me fue ayudando, por ejemplo, en el barrio me comenzaron a distinguir y me trataban súper bien; los medios periodísticos me destacaban y eso para mí significaba  promocionarme, pero sabía que todo dependía de lo que yo hiciera y de nada más.

La fama, comprendí después que le añade a la vida una cualidad grotesca.

Por ejemplo, Anthony Quinn contaba: un día corría por Central Park, en New York, y vió venir hacia él una banda de muchachos con navajas, al acercarse uno de ellos dijo: no, no, no que es Anthony Quinn, y se fueron. Ahí la fama funcionó como protección.

Es difícil ser espontáneo cuando todo el mundo te mira. La gente me habla, me saluda, se quieren tomar fotos conmigo, me piden autógrafos, me piden camisetas,  pero de un modo artificial. El hecho de ser famoso es como si llevarás un neón, se te ve por todos lados, y también a la persona que va contigo. Eso resulta incómodo y comprometedor para tu acompañante porque todo el mundo piensa cualquier cosa, y te juzgan a la ligera.

Ser entrenador es una profesión maldita, con pocos momentos de felicidad y demasiados momentos de drama, insultos, agresividad en contra tuya. Cuando termina el partido es absurdo sentirse victorioso, lo máximo que puedes sentirte es superviviente. Además no tendrás tiempo de nada pues a los diez minutos ya debes estar pensando en el próximo juego.

Cada que termina un partido se siente, independiente del resultado, un cansancio, un vacío, un algo faltó por hacer o una tensión que te acompañará toda la noche. 

Nunca hay que sentir engreimiento por ganar un partido, o un torneo. Si lo haces te estás deteniendo, no avanzarás, y eso es fatal en esta profesión en donde vives permanentemente en el límite emocional, y deberás observar, escuchar, analizar, actuar, ser y parecer,  tomar permanentemente decisiones y aunque sos consciente de que el fútbol es un deporte de errores hay que tratar de cometer los menos errores posibles y ese sería tu mejor aporte al grupo de jugadores que están a tu cargo.

 Nuestra mejor participación en las soluciones comienzan con la mejoría permanente de nuestras relaciones interpersonales, inicialmente con las personas más cercanas: la familia, compañeros cuerpo técnico, jugadores a cargo, dirigentes y luego las más distantes, con nuestro alejamiento del juicio y de la crítica destructiva; con el rechazo de compartir el deseo de destruir a otros, aunque mal hayan obrado; con el hecho de continuar nuestra labor cotidiana de servicio, permanecer justos en nuestro actuar, liderar con rigor pero con respeto, permanecer neutrales y libres de pasiones ante los hechos y las personas que comparten nuestra rutina profesional; dar al 100% nuestro apoyo físico con nuestra presencia activa, segura, convencida, solidaria.

 
Cordial y educado en el trato a los demás.

 Decir siempre la verdad a nuestros dirigidos.

 Saber motivarlos y apoyarlos en momentos decisivos.

 No dar largos discursos ni abrumar con exagerados conceptos. Simpleza

Ser justo y poner siempre al mejor.

 Ser directo y preciso en sus conceptos, indicaciones.

 Que los éxitos y la fama no logren modificar su personalidad.

 No hablar de los rivales menos ser despectivo. Nunca hablar de sus colegas.

 Manejar con inteligencia situaciones límite y no llegar nunca a la tirantez con el grupo.

 Ser el primer convencido de lo que pregona. Decir y hacer al 100%.

 En sus relaciones con sus dirigidos lo hace dando ejemplo en la resignación de egos.

 Reinventarse continuamente. Importa cómo se es hoy pero mucho más en quién se convierte mañana.

No otorgar privilegios. No transar nada con nadie que perjudique el interés del grupo.

La mente de sus futbolistas es su propiedad. El discurso, las palabras, el convencer es suyo totalmente y los hechos son de sus futbolistas que entran a la cancha.

 Hablar al grupo menos que hablar a diario en forma individualizada con sus dirigidos. Es clave. Cada jugador necesita de un tono, una frase, un concepto, un consejo, una recomendación, una exigencia, un voto de confianza, un reforzamiento de autoestima, una corrección,  diferente ,pero ellos, los jugadores, deben sentir que a todos se les trata por igual.

 No menospreciar al rival menos agrandarlo. Darle todo el valor que merece a tus jugadores y a tu equipo. Sin dejar de lado transmitir los análisis previos al partido individual y colectivamente.

 Ser obsesivo en el trabajo. Exigencia máxima.

Cada entrenador tiene particularidades a las que no puede renunciar. Sobre todo porque la conducción, es fundamentalmente : convencer. Y uno no puede convencer  a través de la ausencia de convicciones. Uno conduce, lidera, cuando defiende un mensaje en el que crea.

Yo doy al equipo mi rasgo y eso indica que hay particularidades que tengo que  imponer:  

 

1 comentario:

  1. Diego Umaña, debe estar convencido que su dirección técnica no sólo la está haciendo a los jugadores, sino a un grupo grande de personas que aprenden de usted. Este no es un comentario superficial, como aquéllos que se toman fotos con usted, sino una forma de decirle que su trabajo de entrega permanente trascendió los estadios y las aficiones, y ha llegado a la vida cotidiana de las personas. Muchos hemos aprendido de usted a darlo todo siempre, "ahí el verdadero aprendizaje". Carlos A.

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